sábado, octubre 21, 2006

Mi despacho



Hoy me toca despedir a alguien y me vino a la mente la conferencia aquella de Peter Kern, experto alemán, en la Cámara del calzado argentino. Peter trataba de explicarnos a los allí presentes, porque era conveniente a veces, pagarle al sobrino de uno para que se quede en la casa, en vez de incluirlo a la fuerza en la empresa familiar, en un trabajo que no le atrajera, con el que no cumpliera y que además, entorperciera las tareas de los que dependieran de él y/o su trabajo.

No es el caso, no es un familiar mío, y no es mi empresa, pero soy quién seleccionó a esta persona que hoy tengo que despedir, y en quién puse espectativas por las aptitudes aparentes, que se vieron defraudadas, debo reconocerlo; y debo reconocer también, y quizás es lo que más me molesta, que me equivoqué.
O, tal vez no. Tal vez tenía/tiene las aptitudes que vi en principio y no supo aplicarlas, y yo no supe guiarlo.

Mea culpa. Lo dejé hacer e hizo. Mal, y no lo corregí con suficiente firmeza, aunque en realidad, si le advertí que se jugaba el puesto pero no le exigí una acción determinante.
Ahora tengo que decirle que no es más del equipo. Se cierra un etapa para él, y una para mí.
Espero que a los dos nos sirva de experiencia.
Nos vemos Ale.

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